lunes, 4 de febrero de 2013

Algunos hombres buenos


Algunos hombres buenos

Muerte al marino y al cazarrecompensas. Muerte al detective y al mago del saxofón. Que sucumban todos bajo el elixir naranja; cuatro hielos en la copa y unas fichas, por favor. Suena música en la sala. Las notas viajan desde la habitación. Que la sangre tiña de ámbar las amarillentas paredes de este salón. No mires Dean, no mires; tu hora llegará. Deja en paz el cigarrillo, que raro es que no se haya consumido tras seis años fumando sin parar. Cuantas cosas no habrás visto por no querernos mirar. Cuantas Helenas lejos de Troya, que nunca debieron zarpar, habrán sido registradas en esa puta máquina de fotografiar. Horror me da pensar en revelarte las entrañas. Pavor lo que la película me podría mostrar. Tú, que me has visto cruzar el umbral con Dios y sacar al Diablo en bragas. También tenderle la mano. Yo con él, y él conmigo, abrazados como hermanos. Y besar a ninfas y seres monstruosos, que no siempre supe distinguir. Que muchas veces erré; que otras tantas me quedan por sufrir. Y las sufriré. Que vengan. ¡A mí! ¡Atacad, bestias de la madrugada! ¡Tratad ahora, que soy más fuerte, de arrancarme las entrañas! Haced que os gane y pierda en una noche y amanezca mañana con resaca. Si es que puedo amanecer. Si me dejan los obreros, que almuerzan sobre París, dormir sacando un pie. Las sábanas se resisten a hipotecarme la muerte, no hay otra compañía, sólo once tipos duros colgados de una viga. Sólo uno me mira. Sólo él me comprende. Él, que a diferencia del resto no come, ni ríe; bebe. Sólo él, allí arriba, me entiende. Y yo a ti. Y si la madrugada empezó queriendo saltar y tú ofreciéndome un trago, termino siendo yo quien nos salva del abismo a ambos. Que mañana será mejor, nos digo. Unámonos al resto de bastardos. A los que aman y son amados. “Mira que pedazo de tarta Mike” “Las empanadillas de Betty son las mejores, Jim” “¿Queréis unas magdalenas chicos? ¡La pequeña Mary está aprendiendo a cocinar!” “Hay que joderse – me dice- quién me mandaría subirme tan alto con esta panda de capullos. Oye, chico, se bueno y pásame un pitillo.” ¿Cómo se lo voy a negar?. Cómo negarme a mi mismo una bocanada de asfixia. Algo con que paliar tanta sodomía cerebral. Tanta sangría intestinal. Tanta ganas de follar y de matar. Humo, hazme temblar. Asesina el impulso homicida que nos lleva a pasear, por el óxido de cuchilla que no usé jamás para afeitar. 

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