lunes, 9 de abril de 2012

Oda a lo que pudo y no fue

Oda a lo que pudo y no fue
Brindo en silencio por cada mirada perdida al otro lado del vagón, que viene y va, que parpadea y vuelve, que sonríe al reflejo de aquél al que no vendrá; que se baja y, ahora si, se va.
Por el tiempo, imán de manos delicadas que buscan saber que hora es. Que tiemblan, se abalanzan y te vuelven la muñeca del revés. Manecillas que se tornan alfileres, te pinchan, te separan; te hacen dudar y huir, finalmente, hacia la nada.
Por el fuego que no pediste y yo te di. La llama entre mis manos, las tuyas sobre las mías. Sonrisas entre los humos que tu novio desvanecía.
Por la oscuridad de la sala y la magia compartida en silencio. Por reír y emocionarnos sin testigos. Haz de luz ingrata, que no nos deja en tinieblas, trazador de muros invisibles y raramente franqueables. Mano que encuentra otra mano y calla. Calla por no delatarse, porque yo no sepa que tras el FIN deberá marcharse.
Por el aleteo de pestañas que nunca conocí. Me miraste, yo encuadraba. Puede oír, que no ver, como el obturador junto a tus pestañas bajaba. Me queda una foto con tus ojos cerrados, frío consuelo del que se perdió el beso de tus párpados.
Por el tramo del camino que recorrimos juntos. Adecuando la marcha, yo a tu aliento, tu a mis pies; corriendo codo con codo sonriendo rara vez. Por los cruces de camino, por evitar un traspiés. Te desviste primero, seguirte no supe después.
Por los saltos y los gritos que acompañan al altavoz, música en directo: olor agrio, a sudor. Camisetas empapadas, hijos del rock&roll, y una grupi que quería llegar a las faldas del telón. Te alcé sobre mis hombros y me besaste el cuello. La marea de manos te raptó. Naufragio de un fantasma en mis sueños.
Por los maestros comunes. Libros que sin prestar son compartidos, igual que las hazañas y la suerte de aquéllos que por sus páginas vivimos. Por amar a quien yo admiro y envidiar a quien yo amo. Por releer en tu sonrisa renglones ya olvidados.
Por el par de piernas de la mesa de enfrente. Que se cruzan, que se rozan, que se vuelven a cruzar. Por pedir los dos lo mismo y que nos lo traigan a la par. Por percibir la coincidencia y alzar la copa. Nada más.

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