Miénteme
Johnny: ¿A
cuántos hombres has olvidado?
Vienna: A tantos
como mujeres tú recuerdas.
J:¡No te vayas!
V: No me he
movido.
J: Dime algo
agradable.
V: Claro. ¿Qué
quieres que te diga?
J: Miénteme.
Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
V:: Te he
esperado todos estos años.
J: Dime que
habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
V: Habría muerto
si tú no hubieses vuelto.
J: Dime que aún
me quieres como yo te quiero.
V: Aún te quiero
como tú me quieres.
J:
Gracias (bebe). Muchas gracias.
Johnny Guitar 1954
En un rincón del sofá busco el porqué de las cosas. Le pregunto a
la porción de carne descubierta, entre camiseta y pantalón al abismo de tu
ombligo, que haces en este rincón. Porqué te estiras cuando deberías irte.
Porqué reacciona tu piel al aire que yo expiro. Porqué yo estoy y tu no estás
aquí. Pero sí tu vientre, que no en vano se estremece a cada caricia mía, con
apenas el roce de mi prominente nariz; apéndice culpable de todos mis recuerdos
contigo. De tu pelo, de tu boca, de tu piel. De mi maldita memoria que solo a
ti te recuerda bien. Y por ese olor te beso. Te beso primero la piel. Luego te
besaré los labios. Tu no me besarás también. Dejarás que yo me acerque. Que
plante un beso y otro más, pero tu… tu no me besarás. Absorta y cansada yaces
sin decir una palabra, previendo el momento de huir, de dejar atrás al iluso
que se suele confundir. Que solo contigo ocurre, que el iluso se hizo mayor,
que con otras mujeres yace y jamás ninguna tanto lo perturbó. Y es que no hay
palabras capaces de explicar aquello, y aun así el necio se atreve a preguntar,
pues otras noches las paso en vela preguntando a otros rincones; esta noche
dormirá. Porqué te beso y callas. Porqué te dejas besar. Hazme sangrar si no me
quieres, llorar ya no podrás. Lagrimas ya las vertí entonces, hasta que dejaron
de brotar, hasta que di un ultimátum y supe que ya no podría querer más. Ahora
no amo como entonces pero tu sigues ahí, y por eso te pregunto ¿Esperas algo de
mí? Nada, ya lo se yo. Lo se y aun así pregunto. Lo se con la misma certeza por
la que al besarte te ibas a dejar besar; y yo, que contigo vuelvo a ser joven e
iluso, te beso sin más. Sin esperar nada a cambio. Solo te quiero besar. Solo
mis labios sobre los tuyos posar. Volver a ser un niño que ama sin ambicionar.
Hoy el niño dormirá. Mañana amanecerá más viejo –di más sabio me dijo una
mujer- y sabrá al fin a que atenerse cuando la vuelva a ver. Y aun así hay una
confusa despedida, de renuncia y acato. De conciencia. De partida. De decirle
hoy adiós y no hasta la vista. Y algo en su cara no encaja. Sus boca que no
dice nada, su mirada esquiva y baja. Y yo siento el haber comprometido a
aquella cara. A esos ojos a tenerme que mirar, a esos labios a dejarse besar.
Digo, a ser besados; a ser, y ojalá no lo sienta, mancillados. A fingir un
interés que no puede ser interpretado. Que se convierte en beso a medias, que
todos sabemos que eso no es besar. Que hace burla una lengua que se escapa sin
pasión y un mordisco que no tienta a lo salvaje, que simplemente es juego. Es
reacción. Incomprensible como lo es el no besar a quién te besa pero dejarte
besar. ¡¿Dónde esta la dama ofendida que te soltaba un bofetón?! No sin antes
sonrojarse y exclamar ¡Mi Lord!. Entonces un caballero sabía cuando se debía
retirar, o por el contrario –y esto dependía por completo del sopapo- tomarla
por las caderas y aferrarse a aquellos labios, aprisionar contra el propio el
cuerpo de mujer y, no sin mucho esfuerzo, desabrochar el corsé. Pero a mi jamás
me cruzaron la cara, y juro que lo hubiera agradecido en más de una ocasión. Un
golpe firme, que arde en la mejilla con fuego de desengaño. Allí donde alguien
estampó sus cinco dedos –quizás alguna alhaja y algo de pedrería- y su
estampido sonó a inequívoco no, olvídalo, no te quería. Pero yo de esas no
tengo y me veo obligado por ello a preguntar. A exponer mis dudas, a tender mi
desazón; a exhibir mis sentimientos, vestigios de un viejo amor. Rincón de este
mi sofá, boca, ojos y piel, decidme, por favor, porqué. Y lo has dicho. Y
gracias a ello esta noche dormiré. Dormiré por todas aquellas en que no supe el
porqué. Mañana no me levantaré. Mi
mañana, que ya será otro día, como esta noche regresaré al rincón. Ya no hay
preguntas, regresó por diversión. Por recordarte una vez más sin dolor. O
doliendo, pero ¿Y qué más da? A este juego solo jugaba yo, aunque confieso que
durante algún tiempo creí que jugábamos los dos. Pelota en un partido de mimos,
cadáver en una ampliación. Veo porque creo. Creo en la sin razón. Tanto deseé
que así fuera que un día el muerto apareció, le gané un set a un mimo y a ti te
besé en el rincón. Ingenua, ingrata imaginación. Como los niños que fuimos y ya
no somos. Que por ello ahora pregunto y antes no. Que por eso ahora contestas
cuando antes no sabías que decir. Que el tiempo pasa para ambos y yo, una vez
más y pese a todo, me alegro de que yacieras aquí. Que es un beso robado más
que esta noche me llevo conmigo. Que tu amor siempre fue escaso y mejor dar lo
comido por servido. Que yo también estoy cansado, y aun joven, tanto ya no soy.
Que pesan las horas de otras noches y esta la voy a dormir.
Y sonrío sin la duda de lo que cabe esperar de ti.
Y ya sin amar te digo: Jamás te querrán igual.
Lo mío es amor al recuerdo.
Amor incondicional.